Varios especialistas en la materia afirman que unos 5000
años A.C. ya se elaboraban tartas y pasteles de refinado gusto, endulzándolos
con miel, según consta en testimonios encontrados en excavaciones de ciudades
milenarias y que durante siglos siguió imperando la miel como único elemento
para endulzar.
En un principio se pensó que la caña de azúcar procedía de
la India, pero probablemente venga de Nueva Guinea, dónde hace 8.000 años ya se
utilizaba como planta de adorno en los jardines. También se cortaba y masticaba
por su sabor agradable.Desde allí se extendió su cultivo y consumo por
numerosas islas del sur del Pacífico,llegando hasta la India, dónde diez siglos
antes del comienzo de la era cristiana empezó a cultivarse, obteniéndose a
partir de ella una miel de caña que sustituyó a la miel de abeja en su
elaboración. Los griegos y romanos conocían el azúcar cristalizado y lo
empleaban mucho, tanto en la cocina como en la elaboración de bebidas. Pero fue
en Persia, unos quinientos años A.C., cuando se pusieron en práctica métodos
para la obtención del azúcar en estado sólido. Los árabes extendieron su
cultivo por toda la ribera del mediterráneo, y en el siglo X después de
Jesucristo, existían refinerías en Egipto.En los países árabes se hicieron muy
populares los dulces de azúcar con frutos secos, y al azúcar como tal, la
consideraban una golosina exquisita y que a la vez tenía propiedades curativas.
Con Colón, Cortés y Pizarro, la caña de azúcar es
introducida en los países americanos, desarrollándose su cultivo de forma
vertiginosa, de modo que, en menos de cien años, América superó en producción
al resto del mundo.
Por otro lado, la introducción del cacao en Europa
incrementó el consumo de azúcar por la excelente combinación resultante,
extendiéndose rápidamente por las cortes europeas.
Es también importante
indicar que el origen de muchos dulces y pasteles surgió de la necesidad de encontrar
métodos para la conservación de alimentos. Así, por ejemplo, se observó que si
se calentaba la leche con azúcar, dándole vueltas y dejándola que se
concentrase, se obtenía un producto (la leche condensada) de agradable y dulce
sabor, y que se podía conservar sin problemas durante largos períodos de
tiempo. Igual se puede decir de las mermeladas hechas a partir de frutas y
azúcar sometidas a cocción.
Antiguamente los
reyes vivían en grandes castillos donde en cada banquete comían postres
deliciosos, llenos de adornos. Aquellos monumentales postres que ponían un
broche de oro en los banquetes de la nobleza, establecieron las bases de la
repostería actual, elevándola hasta el mismo nivel artístico de la orfebrería.
En Grecia se encontró el primer pastel llamado Obelias
(ofrenda). Más adelante en Francia se organizó a los pasteleros y panaderos
dándoles el privilegio de fabricar las obleas (hostias). Así, bajo la
surpervisión de la iglesia, se comenzó a profesionalizar esta tarea, ya que
cada vez los pasteleros adquirieron más importancia en las celebraciones
religiosas.
Bajo el reinado de Carlos IX
en 1566, nació la corporación de pasteleros y en el siglo XVII, con el
descubrimiento de la levadura se mejoraron muchas preparaciones. Así siguió
avanzando este oficio de pastelero, hasta que en el siglo XIX se siguieron
perfeccionando las recetas, procesos y técnicas transformándose en lo que
conocemos hoy.
Los primeros
pasteles eran simple tortitas de harina y de agua a las que se fueron
incorporando poco a poco miel, semillas, huevos, especias, mantequilla, nata y
leche.
En el campo,
hasta época reciente, los pasteles se hacían a menudo con masa de pan mejorada
y enriquecida. Así surgieron los brioches, pognes, couques, fouaces y cramiques
diversas.
En la
Antigüedad se elaboraban pasteles cocidos entre dos placas de hierro,
antecesores de las gaufres, así como elaboraciones a base de queso blanco. En
la Edad Media las preparaciones se diversificaron, aunque seguían siendo
rústicas. Las más corrientes eran los buñuelos, las darioles, los échaudés, las
talmouses y las tartas.
Pronto los
pasteleros franceses, asociados en una corporación, se convirtieron en
creadores, sobre todo durante el Renacimiento, bajo la influencia de los
cocineros italianos que Catalina de Médecis llevó consigo hasta la corte de
Francia.
Entonces
aparecieron el hojaldre, los pasteles de viaje de larga conservación, los
bizcochos muselina, los merengues y , finalmente, las grandes y decorativas
piezas arquitectónicas.
En los siglos
XVIII y XIX, los pasteles se convirtieron en obras maestras de refinamiento e
ingenio, sobre todo cuando los pasteleros estaban al servicio de un príncipe o
una gran casa.
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